El dolor (parte II)

En la primera parte de este artículo (El dolor, parte I) hablamos sobre la percepción del dolor y los tipos de dolor que existen. A continuación, en esta segunda parte, queremos hablarle de los desencadenantes del dolor -fisiológicamente hablando- y de cómo, a través de la alimentación, podemos ayudar a minimizarlo e incluso resolver los procesos inflamatorios.

¿Cómo se desencadena, fisiológicamente hablando, el dolor? ¿Como podemos intervenir?

Una de las teorías de por qué manifestamos dolor -crónico, incluso, a lo largo del tiempo- se basa en el hecho de que hay alimentos que nos ayudan a combatirlo (oligoelementos, hidratos de carbono, proteínas, lípidos) y otras sustancias son perjudiciales y hay evitarlas, ya que pueden agravar el dolor o la “percepción de éste”.

Los investigadores han demostrado, por ejemplo, que los ácidos grasos Omega-3 ayudan a reducir la inflamación en el organismo, hablaremos más tarde.

De hecho, Hipócrates, padre de la medicina moderna, es el autor de aquella máxima: “Que la comida sea tu alimento y el alimento, tu medicina”.

¿Qué pasa en nuestro organismo cuando se desarrolla el proceso inflamatorio?

Cuando se produce un proceso inflamatorio, nuestro sistema inmunitario activa la liberación de ácido araquidónico, presente en la membrana de todas las células del cuerpo humano.

Este ácido es el responsable de la formación de prostaglandinas, que provocan la respuesta inflamatoria fisiológica, a diferentes niveles, al sistema cardiovascular, la musculatura lisa, al sistema inmunitario, el sistema autónomo. Y esto conduce a síntomas relacionados con la respuesta inflamatoria como calor, rubor, tumefacción y dolor.

¿Y si en lugar de cuidar la alimentación o dejar que el dolor progrese filológicamente… tomamos antiinflamatorios?

Como respuesta a la inflamación y la liberación de ácido araquidónico, estas prostaglandinas de las que hablábamos antes llegan a su pico inflamatorio y se activan unas lipoxinas (llamadas resoliomics) que detienen la inflamación y resuelven el proceso, de una manera fisiológica, es decir, como respuesta autónoma de nuestro propio organismo.

Cuando tomamos antiinflamatorios (AINES), bloqueamos la producción de prostaglandinas y este proceso autónomo se detiene, se detiene la inflamación, pero también el proceso de resolución, dejando una inflamación que con el tiempo posiblemente conducirá a un dolor crónico.

Ante un proceso inflamatorio, en las primeras 24-72 horas, deberíamos evitar tomar medicación. Podemos favorecer el proceso de desinflamación mediante varios consejos que ayudan a nuestro organismo en el proceso resolutivo del dolor, como:

  • Beber agua mineralizada para reparar el tejido conjuntivo.
  • Comida grasa para obtener ácido araquidónico. Este ácido se encuentra en los huevos ecológicos, en la carne los animales que se mueven y en el Omega-3 procedente del pescado azul pequeño como la sardina y la caballa y también en el marisco, en alimentos de origen animal. También está presente en las semillas de lino, la Chía o las nueces, que son fuentes complementarias de las primeras.
  • También podemos comer piñones, frutos del bosque, zanahoria cocida, cilantro…
  • Nos podemos hacer un aceite con romero y tomillo dentro de una botella de vidrio y utilizarlo para aderezar cualquier plato.

A pesar de estas recomendaciones, pero, como hemos dicho antes, para resolver de una manera correcta un proceso inflamatorio y no “cronificar” el dolor hay que respetar los tiempos de curación y no esforzarnos antes de estar recuperados del todo.

 

Ante un proceso inflamatorio, ¿hay que evitar algunos alimentos?

Cuando sufrimos inflamación, hay que tener en cuenta la microbiota intestinal, aquel órgano desconocido que nos mantiene sanos, que equilibra la salud digestiva y que hace de soporte de nuestro sistema inmunitario.

  • Evitaremos la ingesta de excitantes, por ejemplo, café y tés.
  • Evitaremos la ingesta de azúcar: dulces, chocolate, refrescos, pasteles, galletas.
  • Evitaremos la ingesta de Grasas Trans artificiales, como los que se encuentran en la comida rápida, las palomitas de microondas, la bollería industrial.
  • Evitaremos los carbohidratos refinados, presentes en el pan blanco, los pasteles, galletas, refrescos azucarados y alimentación procesada que contenga azúcares y harinas.
  • Evitaremos la carne procesada, salchichas, embutidos, carnes ahumadas, Cecina, jamón, carnes saladas y secadas al sol o similares.

Y además de todo esto, ¿qué podemos hacer para resolver un proceso inflamatorio?

Aparte de contribuir al proceso desinflamatorio cuidando la alimentación y aportando alimentos beneficiosos y evitando los perjudiciales, podemos añadir a la lista un par más de consejos.

1) Hacer modulación del dolor activando las vías inhibitorias del dolor: haciendo masaje, terapia manual, tratamientos viscerales, neurodinámica.

Esto ayuda a mejorar la sensibilidad del dolor tratando el origen y disminuyendo la tensión de los tejidos, enviando oxígeno en las zonas hipóxicas, calmando la respuesta nociceptiva crónica y relajando el paciente.

2) Practicar un deporte que nos guste y del que disfrutamos la práctica, respetando siempre el estado muscular y articular y evitando provocar dolor, ni durante la práctica ni después, incluidas las 24 horas posteriores.

La buena alimentación es el motor de nuestra actividad. Hará que nos encontremos más o menos llenos de energía y tendrá un impacto positivo a la hora de reponernos de determinadas lesiones, como usted habrá podido leer en este artículo.

Si sufre dolor de cualquier clase (Artrosis, migrañas, Dolor de espalda …), en Kilabe podemos ayudarle mediante terapia visceral y pautas de ejercicios. Contáctenos: seguro que podemos ayudarle a conseguir una mejora en los procesos inflamatorios que condicionan su calidad de vida.


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